Fuiste uno de entre
cientos —miles, decenas de miles— de
emisarios surgidos en la piedra sacra. ¿En dónde quedaron los anhelos, los
sueños, el hambre y las penas, el dolor y la consciencia del sacrificio
maldecido? ¿En dónde te abandonó la fuerza cuando a tu cabellera la oprimió un
puño ajeno para encontrar en un cielo que no era el tuyo la morada para los
dioses con otros nombres conminados? ¿En dónde estás guerrero impetuoso? ¿En
dónde encontró oídos el himno de tu flauta? ¿Hay algún tambor ancestral que
repita el ritmo de tu corazón quebrantado? ¿Quiénes son tus hijos, si todavía
no cala el despiadado olvido?
miércoles, 3 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario