Torre de la Parroquia
Acrílica sobre tela
30 x 40 centímetros.
Esquila y su contrapeso en el campanario de la torre de la Parroquia jerezana.
"Desde el año de 1573 es erigido canónicamente el Curato de Jerez, con el aval del Papa Gregorio XIII, como Parroquia de San Ildelfonso de la Villa de Xerez de la Frontera, denominada 'de la Inmaculada' desde 1963, la cual tenía su sede en un pequeño templo dedicado a la Vírgen de la Concepción, reconstruído en 1728 y concluído oficialmente en 1754, en el que se veneraba al Santo Patrono y al subtitular que era Domingo de Guzmán; el primero celebrando su fiesta el 23 de enero, a cargo del Ayuntamiento y el segundo en agosto."
El vacío arco para la olvidada e inexistente "campana de difuntos" en la lateral del templo y remate en la columna derecha de la portada en la Parroquia.
Y estoy
sobre esta roca en la que busco el origen de tu sombra, devuelvo al océano un
canto rodado que contiene un nombre musitado. Vine a bañarme la vida con la
fugitiva espuma de las aguas que bauticé por ti, que bullirá hasta transformar
las vocales y desvanecer las aristas de las consonantes para ser en el futuro
traza borrosa y atona. Gemirá el mar en la tormenta, será su evidencia un
susurro calmo, bajará lentamente para cubrir con "la alta" esta roca en la cual una caracola perdió forma
y abandonó un velo blanco en el precario rostro oscuro impactado, escaldado
atrozmente por el sol.
Ya no recuerdo si vinimos los
dos a esta atalaya mínima, la confusión de recuerdos apenas si alcanza para
unir dos nombres bruñidos por lluvias, vientos impetuosos y templados,
enfriados durante las noches de la gran luna, reventados por el calor del medio
día.
El agua eterna trae y
lleva sin lógica humana el presente refundido en un pasado del que rescatamos
las alegrías, en donde ahogamos las penalidades; estalla en este futuro
anticipado para engañar los ideales con efímeros escotomas turbulentos. Hay
recuerdos que la certeza deconstruye; esta mente zafia desdora múltiples
verdades y a la vez desconcha imposturas gratas. ¿Es tu voz a la que imita el
flujo hasta engarzar un lamento por nombre? ¿Es el tono cascado de mi voz
semejante a aquella cuando te llamaba o sólo una pésima recuperación de lo que
alguna vez fue vitalidad?
Un ventanuco abre el muro posterior de la Parroquia al espacio de la Plaza Tacuba en donde la vegetación refresca la vista desde los macetones floridos.
Quizás esta
roca/atalaya emergida hace centurias no está en donde aún la "veo"; vuelve la duda para
cancelar la validez de dos nombres ligados y una ausencia impostora. Quizás en
esta vorágine de esperanzas y recuerdos sólo fuimos, somos y siempre seremos
espuma para el inicio de una creación fugaz y perecedera; quizás este
espumarajo es sólo un sueño estruendoso que desaparecerá sin dejar un rumor de
su ensordecedor y estéril esfuerzo sobre la roca, contra el acantilado en donde
anida esperanzado un alción.
Adorno en el dintel de la portalería de Tacuba 1. Casa del curato.
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