Si volaste sobre
los jilotes, si libaste en las corolas ya también es historia vencida al
pudrirse el amatl con el sabio trazo del tlacuhilo. De ti no queda ni el
plumaje arrojado al polvo del camino, vigoroso Señor desplomado en tierra
ajena. Quizás eras de tus padres el amado nombre cantarín arrancado brutalmente
cuando el aliento unido al viento ensartado a una esperanza ajena empañó
fugazmente a un pedernal para dejarnos un suspiro extraviado, una noria de
embozado rito.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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