Sierra de Los Cardos
Acrílica sobre tela
40 x 30 centímetros.
El viento vino de
más allá de la cañada en donde inicia el huizachal tras la mojonera olvidada de
por el rumbo de Vuelvelagua. Arrastraba polvo, hojas muertas y una pluma
saqueada al nido del la torcasita arrojada sobre la boñiga vaporosa, emanación
medicinal —en el pasado era voz popular— para los tuberculosos; trasladaba la
mezcla primorosa de múltiples cocinas y el fresco aroma de los frutos en las
huertas circundantes; giró y nos dejó el aroma a tierra rescatada.
A veces el viento trae una
simulación de lluvia, otras, la hiriente helada, el calor agobiante o las
bautismales nubes gruesas, pesadas y oscuras para beneficio de un ánimo
contrito, de las siembras, de las plantas en la jardinera municipal, de la
arboleda y para los agobiados animales en el campo, para cubrir
transitoriamente la ancha traza por donde bullía un río vigoroso, hoy afrentado
flujo delgado y pestilente.
...Alguien maldice al
viento cuando agita una falda de luto, al arrancar el sombrero del soporte
humano, si en su vorágine jalona el multicolor de la ropa en el tendedero o al
interrumpir un romance apenas iniciado en los portales...
Arbolito en las rocas
Viento tenebroso
que ahuyenta al curioso de la mansión semiderruida, que impulsa las batientes
entre chirridos y golpes en sordina, viento que blanquea unos huesos
abandonados entre los surcos y las piedras, viento que deshoja un ramito junto
a una cruz ya sin nombre. Viento impetuoso de febrero y marzo, viento malvado,
viento sacrosanto; viento húmedo, viento tibio, viento candente; viento
contrario a una esperanza, viento magnifico, viento susurrante en la laguna;
viento baldío, viento quejumbroso en el cementerio; viento anhelado en la
ausencia, viento vilipendiado si está presente; viento noctámbulo, viento en la
alborada, viento breve para el ángelus; viento en ráfagas desordenadas que
engaña con su pausa para llenarnos los ojos con polvo al girar la esquina y
desarticular el espantapájaros en el sembradío de don Chema; viento de las
cuatro estaciones y las noches de inquietud, viento cantarín entre las ramas
del recuerdo.
De más allá de la cañada en
donde inicia el huizachal, tras la mojonera olvidada de por el rumbo de
Vuelvelagua llegó el viento, giró y nos dejó el santo aroma a tierra rescatada.
La imagen de Sierra de Cardos, es excelente, por la perspectiva, hasta da la impresión de ser fotografía.
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