Teatro Hinojosa.
Con su voz surgía el rumor
profundo de un pasado bullente, estruendoso, con aroma y sabor a bilis que
exige la reparación por quien eternizó con tajos despiadados un momento efímero
; machaca con injurias, con el silencio adusto o el lenguaje soez inesperado.
La antes cándida sonrisa es ahora rictus donde la hiel arrojada desde la bruma
de una mente perturbada dejó su traza inclemente en los cercanos. Para evadir
el dolor inventa un nuevo pasado, circunstancias diferentes y pecados asumidos;
apila nuevas divinidades y asume capacidades riesgosas, todo en una mascarada
para ocultar una señal repugnante, para rechazar la marca de la derrota
personal con un discurso sórdido y el rechinar de dientes.
Luminaria en el vestíbulo del Teatro Hinojosa.
Cuando la vi
después de muchos años, traía en el cuerpo y la mente la impresión morbosa y el
ritmo de otras manos, el rescoldo acre de una historia deshojada ya sin el
"tú" que durante algún tiempo hizo del par la unidad. Sólo la
ulcerada verdad quedaba de lo compartido, del gozoso tuyo-mío-nuestro cuando lo diurno era espera y cuando hubo un
cuarto creciente surgido de entre la lluvia para aureolar dos cabezas unidas.
No sirvieron las
palabras mesuradas para curar el daño y en el zarandeo de una realidad a otra
rechazó un mísero esbozo de esperanza. No hubo apoyo porque despreciaba los
vocablos adecuados en aquella nueva vida prolija en interjecciones... En su
regreso sin reencuentro están visibles las múltiples y profundas cicatrices que hacen de la distancia y del tiempo
momentos diferentes. Tras su ¡adios! guardé
solamente las fechas gratas y pocas, algunas hojas blancas en el álbum.
Adorno en la techumbre del Teatro.
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