jueves, 4 de marzo de 2010

... rumor profundo...

Teatro Hinojosa.

Con su voz surgía el rumor profundo de un pasado bullente, estruendoso, con aroma y sabor a bilis que exige la reparación por quien eternizó con tajos despiadados un momento efímero ; machaca con injurias, con el silencio adusto o el lenguaje soez inesperado. La antes cándida sonrisa es ahora rictus donde la hiel arrojada desde la bruma de una mente perturbada dejó su traza inclemente en los cercanos. Para evadir el dolor inventa un nuevo pasado, circunstancias diferentes y pecados asumidos; apila nuevas divinidades y asume capacidades riesgosas, todo en una mascarada para ocultar una señal repugnante, para rechazar la marca de la derrota personal con un discurso sórdido y el rechinar de dientes.

Luminaria en el vestíbulo del Teatro Hinojosa.




Cuando la vi después de muchos años, traía en el cuerpo y la mente la impresión morbosa y el ritmo de otras manos, el rescoldo acre de una historia deshojada ya sin el "tú" que durante algún tiempo hizo del par la unidad. Sólo la ulcerada verdad quedaba de lo compartido, del gozoso tuyo-mío-nuestro cuando lo diurno era espera y cuando hubo un cuarto creciente surgido de entre la lluvia para aureolar dos cabezas unidas.

    
Escalinata del vestíbulo a la parte superior del teatro.

No sirvieron las palabras mesuradas para curar el daño y en el zarandeo de una realidad a otra rechazó un mísero esbozo de esperanza. No hubo apoyo porque despreciaba los vocablos adecuados en aquella nueva vida prolija en interjecciones... En su regreso sin reencuentro están visibles las múltiples y profundas cicatrices  que hacen de la distancia y del tiempo momentos diferentes. Tras su ¡adios! guardé solamente las fechas gratas y pocas, algunas hojas blancas en el álbum.


Adorno en la techumbre del Teatro.

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